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Tiempos líquidos, un bar sin barra para profundizar en el concepto del vino en Burgos

Los sumilleres Diego González y Laura Rodríguez triunfan con un espacio donde aprender y degustar enología desde la intimidad

Tiempos Líquidos vinoteca en Burgos
Juan Navarro

Un bar sin barra. De entrada, sorprende. El elegante y coqueto local de Tiempos Líquidos, en el número 5 de la calle de San Gil en Burgos, se presenta como un wine room, donde el vino es protagonista en un ambiente tranquilo, incluso íntimo, donde gobiernan las mesas y no existe el clásico formato con barra, unos taburetes y un grifo de cerveza. De hecho, no se sirve nada más que agua, café para los cafeteros y la cerveza solo existe residualmente y como forma de integración para los poco amantes de la vid que acuden al local como acompañantes de aquellos interesados en este proyecto donde se ofrecen hasta 600 botellas distintas y una carta de 25 vinos disponibles para degustar en copa. La comida, complemento, pero no protagonista: aquí se viene a beber vino y a la par aprender, disfrutar, compartir y debatir con los sumilleres Diego González y Laura Rodríguez, creadores de este negocio premiado como mejor local de vinos de Castilla y León según la Academia Castellana y Leonesa de Gastronomía en la décima edición de estos premios en una tierra donde algo se sabe de tintos, verdejos, godellos, claretes y compañía.

González y Rodríguez, de 36 y 38 años, reciben en el céntrico establecimiento burgalés, donde reina la elegancia del negro y la conexión con el producto es evidente: la extensa carta se ubica en un soporte de corcho, la cristalería fina aguarda caldos y las botellas descansan a la temperatura ideal para su servicio. El currículum avala la aventura: él fue campeón de España de sumilleres en 2019 y representó a España en el concurso de Mejor Sumiller del Mundo 2023 en París. Ella ha sido directora de sala y sumiller del reconocido restaurante vallisoletano Ambivium, ganó la Copa Jerez de España en 2023 y representó a España en la Copa Jerez internacional. González recuerda con cariño ese 6 de diciembre de 2023, fecha de inauguración y previa a más de un mes sin descanso, con buena acogida en Burgos coincidiendo con las Navidades y base para la fiel clientela que sigue visitando Tiempos Líquidos, cotizada tanto en la ciudad como en el mundillo vitivinícola y enológico. “Hemos cumplido el sueño de dedicarnos al vino”, reivindica el sumiller, con toda una vida dedicada a la hostelería y particularmente hacia el vino, como su compañera. Ella alude al objetivo de “acercar la globalidad del vino” sin desdeñar desde el eterno fruto local de Ribera de Duero o Arlanza hasta las procedencias más exóticas o novedosas.

Los fundadores admiten el giro radical de montar un bar sin barra y repartido en mesas con una capacidad máxima de 32 clientes, siempre lleno los fines de semana y donde se hace recomendable reservar. Rodríguez insiste en el concepto del vino 360º para destacar que más allá de la bebida hay una cultura y un aprendizaje enorme detrás: sí, Tiempos Líquidos es un lugar físico, pero también se implica en la formación como responsables de talleres sobre el vino, colaboraciones con consejos reguladores, catas privadas en el local o fuera de él, tienda para el comensal final y que se lleve la botella a su casa o evento y asesoramiento. La pareja insiste en ese asesoramiento para romper con la presunta apariencia de elitismo en torno a un local de estas características. “Estamos encantados, tenemos un público desde los 25 a los 80 años, viene gente para iniciarse o profesionales, no hay que ser experto para venir a Tiempos Líquidos o a las catas, somos gente cercana y normal, a veces da la sensación que hay que saber de vino para poder venir”, afirma González, rememorando catas a ciegas donde asistieron desde especialistas en el ramo hasta novatos y se formaron debates “fantásticos” porque “conviven” todas las partes del mundo de la uva.

Diego González, fundador, junto a Laura Rodríguez, de Vinoteca Tiempos Líquidos, en Burgos.

El año y medio de vida del establecimiento ha traído consigo clientela dispar: desde Corea del Sur hasta Estados Unidos, Francia, Alemania o Inglaterra. También, claro, de toda España. Ambos destacan que un cliente burgalés “habrá probado más de 500 vinos distintos en ocho meses”, buen porcentaje dentro de las aproximadamente 1.200 variedades que pasaron por allí durante 2024. “Explicamos el vino, la zona, los estilos, los autores, las sensaciones…”, describen los apasionados gerentes, que necesitarían más tiempo para explotar el concepto que pretenden de su iniciativa, pero que celebran hacerlo despacio, con prudencia y entendiendo las reacciones del público. González reivindica su apertura al buen vino, sin prejuicios, siempre pendientes de qué ofrece el mercado y qué demandan los clientes. “Es un buen momento para el vino de Castilla y León, somos los primeros interesados en que funcione bien”, subrayan los sumilleres, defensores de los pequeños productores con menor visibilidad y siempre dispuestos a darle difusión si el resultado lo merece. “Preferimos calidad a cantidad, que sea diferente y único”, apunta Rodríguez.

Los responsables de esta idea vinícola, que funciona exitosamente al recoger la “pasión” de sus impulsores, muestran una carta donde reiteran que hay de todo: desde una copa de vino a 2,90 euros, algo habitual en cualquier posibilidad hostelera, hasta los nueve euros si se trata de un producto de máxima calidad o lejanía. “¿Qué es caro y qué es barato?”, se pregunta González, y abunda en que se puede comer carne todos los días o simplemente, una vez a la semana, ir a un buen sitio a comer un chuletón de nivel. Esta filosofía les ha llevado a forjar una “comunidad líquida”, con novatos y veteranos unidos por el gusto por el vino y las ganas de aprender en este ámbito. Tanto ha calado el concepto entre los que aún están adentrándose en el entorno de los caldos que han creado la “experiencia líquida”, un regalo siempre útil para quienes, independientemente de su conocimiento, quieren hacer una degustación con la que seguir llegando al cliente de a pie, al normal. “Al principio daba un poco de miedo por la estética, la cortina de la ventana, que estaba siempre lleno…”, admite González, feliz por el crecimiento del sueño de una vida orientada al vino: hay gente que va a probar varios vinos y pasa “siete u ocho horas” degustándolos, hablando sobre ellos y echando la tarde en una familia sólida en Tiempos Líquidos.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.
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