TODO IRÁ BIEN
Tiempos para hacerse rico
Europa tiene que volver a entender el poder tras casi cien años de preocuparse sólo de su tranquilidad
Europa ya ha empezado
Comprar Groenladia
Veinticinco años de antiglobalismo y de insultar a los Estados Unidos por comerciar con todos y con todo, y por haber convertido a China en la gran fábrica del mundo; veinticinco años de quejarnos del nuevo orden mundial, de las democracias entregadas al capitalismo y ... al ultraliberalismo -esa palabra- para quejarnos ahora de que un presidente que ha ganado unas elecciones hace exactamente lo que prometió para proteger el salario de sus trabajadores y volver a fabricar en su tierra. Veinticinco años lamentando que todos los políticos son iguales y nos hemos puesto a linchar al único con personalidad que hemos conocido en décadas, distinto aunque sea disruptivo. Europa que es el imperio del impuesto y de la tasa, puesta tan abruptamente en pie, sin ningún rubor, sin ningún atisbo de vergüenza, cuando los aranceles se los ponen a ella. Siglos de culpar a los americanos de inmiscuirse y ahora que se hacen a un lado temblamos como histéricas y les reprochamos que nos están abandonando. De acusar al presidente Reagan de fanfarrón, belicista y de ponernos al borde del desastre nuclear por su «guerra de las galaxias» con la Unión Soviética, a acusar al presidente Trump de exactamente lo mismo por tratar de hacer la paz con Putin.
Quejarnos, siempre quejarnos. Por una cosa y por la contraria, como si nuestro destino no dependiera de nosotros. Quejarnos es lo único que sabemos hacer y por eso todo lo regulamos y todo lo perdemos. El antiamericanismo es un tic.
«Son tiempos para hacerse rico», ha dicho el presidente Trump. Son tiempos para ser imaginativos, valientes, para pensar mejor de lo que hemos pensado. Europa ha de decidir si aprovecha su oportunidad o languidece en el victimismo. Europa ha de decidir si explora su unidad, si profundiza en ella para ser más fuerte o si continúa siendo este pobre club de Estados decadentes y débiles, con derechos y sin deberes, desvinculados de su tradición y su trascendencia. Europa ha de decidir si continúa siendo un balneario de viejos empastillados de buenismo y agravios o asumimos nuestra geografía y nuestra Historia para proponer al mundo algo por lo menos tan consistente como lo que está proponiendo Estados Unidos. Algo que necesariamente ha de pasar por una nueva relación con Rusia y por entender que lo que el presidente Trump plantea, a su manera, es una negociación de poder. Europa tiene que volver a entender el poder tras casi cien años de preocuparse sólo de su tranquilidad.
Hemos de quitarnos este vicio tan feo de llamar Hitler a cualquiera que nos lleve la contraria o nos ponga en un aprieto. Hemos de mejorar nuestra autoestima y afrontar los retos con menos miedo y más confianza en nuestra capacidad. Son tiempos para hacerse rico. Si nos creemos Europa, tenemos que ofrecer al presidente Trump algo más sugerente que este chorro de babas anticomercial y estéril.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete